Los pacientes empezarán a recibir en su casa después del verano el documento que desmenuzará al detalle lo que ha costado el tratamiento hospitalario que han recibido.Si los ciudadanos, que destinan un 20% o incluso un 29% de su salario mensual a financiar el sistema sanitario público, conocieran el coste de la asistencia que se les ofrece tal vez la utilizarían con mayor mesura. Esa es la filosofía que subyace tras las facturas sombra que se les entregará a partir del verano cuando sean atendidos en un hospital catalán. Esas facturas, que el receptor no tendrá que pagar, llegarán a su domicilio y describirán los pormenores de la atención médica recibida, además del precio.
La idea, que ya se aplicó en Catalunya en los años 90, irá acompañada de otras estrategias dirigidas a frenar la permanente saturación de los servicios de urgencias de los hospitales. Un médico situado en la puerta de esas unidades preguntará al recién llegado cuál es el motivo de su visita, como ya sucede ahora, pero, si la consulta no requiere una dedicación urgente de hospital, en lugar de conducir al individuo a la sala de espera le indicará cuál es el centro de su barrio más adecuado para la dolencia que sufre. «Entendemos que el paciente, antes de ir a urgencias, no tiene por qué saber cuál es centro más adecuado para lo que le sucede. Él no quiere hacer un mal uso del sistema», explica Josep Argimón, responsable de Gestió Sanitària de Salut.
Si no tiene nada
La factura sombra de la visita a urgencias de un individuo que, tras ser examinado por los médicos, constata que no sufre nada importante indicará que el episodio tiene un coste de unos 120 euros. Ese ciudadano, al que se habrá realizado una radiografía y un análisis de sangre, además de una medición de constantes vitales y un interrogatorio médico, solo sabrá que no tiene nada grave una vez lo haya visitado el doctor, pero, tal vez la próxima vez que le suceda lo mismo sabrá identificar el proceso y ya no irá a urgencias. «De eso se trata», apunta Argimón.
Un parto sin complicaciones, atendido en un hospital de máximo nivel de Barcelona, será objeto de una factura simbólica de unos 3.000 euros. Esa intervención, la única asistencia que no se ofrece a un enfermo sino a una mujer sana, es la que permite prefijar con más precisión un coste. El precio del resto de procesos queda sujeto a múltiples variables, vinculadas al estado del paciente, a los días de ingreso si ha sido operado, a la rehabilitación o tratamiento posterior que precise y al material quirúrgico empleado.
Colocar una prótesis de rodilla, por ejemplo, tiene un coste medio de 5.900 euros, que superan los 10.000 cuando se suman las sesiones de rehabilitación y los días de posible permanencia en un centro sociosanitario, un paso frecuente cuando la receptora es una persona anciana. Reducir quirúrgicamente el estómago para evitar una obesidad mórbida tiene un coste de unos 8.000 euros, que ya incluyen los días de ingreso hospitalario que sean necesarios.
El coste de un trasplante
El precio de implantar una cóclea que elimine tecnológicamente una sordera supera los 34.000 euros. Un trasplante de riñón tiene un coste de 25.000 euros si no hay complicaciones, cantidad a la que habría que sumar los controles y fármacos posteriores. Si el trasplante es de hígado, el precio supera los 50.000 euros. Colocar catéteres en las arterias inmediatas al corazón cuando un enfermo cardiópata se encuentra en alto riesgo de sufrir un infarto cuesta un mínimo de 3.000 euros. Si, inevitablemente, el paciente sufre ese infarto e ingresa en una unidad de cuidados intensivos, el precio del proceso superará los 7.000 euros.
Extirpar los núcleos neuronales causantes de una epilepsia no costará menos de 21.500 euros, un coste similar al de una operación neurológica dirigida a reducir la enfermedad de Parkinson. Una operación de cataratas figurará en la factura simbólica con un coste de 1.125 euros, y una neuroradiografía cerebral en la que, de forma simultánea, se coloca un catéter terapéutico costará un mínimo de 10.700 euros. Este precio aumenta si surgen complicaciones. Todos estos precios son los que el Servei Català de la Salut paga a los 59 hospitales que conciertan su asistencia con la Generalitat, y los que abonan los ocho hospitales del Institut Català de la Salut. Si se realizan en una clínica privada, esas facturas, reales en este caso, se multiplican por tres o por cuatro.
Font: El Periódico.com